No mucho después que terminara la Pascua, los enemigos del Señor Jesucristo iniciaron su plan para matarlo. El Señor Jesucristo sabía quién lo odiaba. El Señor Jesucristo también sabía que tenía que morir en una dura cruz de madera por nuestros pecados para que nosotros viviéramos con El en el cielo por siempre.
El Señor Jesucristo tenía doce seguidores. Uno de los doce seguidores se llamaba Judas Iscariote. El iba a traicionar al Señor Jesús aunque caminó y habló con el Señor por tres años. Judas Iscariote escuchó al Señor Jesús hablar, y vio a mucha gente sanada y hecha nueva por el Señor Jesucristo. Pero Judas Iscariote amaba algo mucho más que al Señor Jesús, y eso, chicos y chicas, era el dinero.
Un día, Judas Iscariote decidió visitar a los enemigos del Señor Jesús. Muchos de ellos eran fariseos y escribas. Judas les dijo: “¿Qué me darán si les entrego al Señor Jesucristo en sus manos?”
Ellos le respondieron y dijeron: “Te daremos treinta piezas de plata.”
En esos días, treinta piezas de plata era el precio de un esclavo. Eso era lo que pensaban del Señor Jesús.
Judas Iscariote aceptó los treinta pedazos de plata y les dijo: “Los llevaré a El en la noche. Iré directo al Señor Jesús y le daré un beso en la mejilla para que sepan exactamente quién es.”
¡A los enemigos del Señor Jesucristo les gustó esa idea! Todos dijeron que sí. Todos estuvieron de acuerdo con el plan malvado de Judas Iscariote. Esa noche, todos pusieron su malvado plan en acción. Judas Iscariote guio a los fariseos, escribas y principales sacerdotes directo al lugar donde se estaba quedando el Señor Jesús. Judas fue directo donde el Señor Jesucristo y dijo: “Salve, Maestro” y lo besó en la mejilla.
Jesús le dijo a Judas: “Amigo, ¿por qué has venido?”
Chicos y chicas, en ese momento, el Señor Jesús estaba dando a Judas Iscariote una oportunidad de cambiar de parecer sobre seguir con su plan malvado de matar al Señor Jesús, pero Judas Iscariote no cambió de parecer ni de corazón.
La Biblia nos dice que los enemigos del Señor Jesús vinieron con soldados, y los soldados pusieron sus manos sobre el Señor Jesús y se lo llevaron con ellos.
A ese punto, otro de los seguidores del Señor Jesús, Simón Pedro, tomó su espada, y le cortó la oreja al siervo del sumo sacerdote! ¡Vaya! El nombre de este siervo era Maleo.
Jesús le dijo a Pedro: “Guarda tu espada. Debo morir por los pecados del mundo. Yo soy el buen pastor que da su vida por las ovejas. Quien me siga no caminará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida. Yo soy la luz del mundo.” El Señor Jesús entonces tocó la oreja de Maleo y lo sanó.
¡Maravilloso! Jesús todo lo hace bien!
Jesús le dijo a los fariseos, a los escribas y a los principales sacerdotes: “Han venido tras de mi como a un ladrón. Yo enseñaba en el templo abiertamente y en frente del pueblo todos los días. Estaba con todos ustedes todos los días en el templo enseñando, y ninguno de ustedes me llevó. ¿Vienen en la noche, cuando está oscuro, y nadie puede ver lo que están haciendo, para llevarme?”
La Biblia nos dice que todos los seguidores del Señor Jesucristo tenían tanto miedo que todos huyeron. Al Señor Jesús lo dejaron solo con estos hombres malvados, pero Dios estaba con El.
De acuerdo a la ley judía, sólo había un sumo sacerdote a la vez. Pero estos eran tiempos perversos, y había dos sumos sacerdotes. Uno se llamaba Anas y el otro sumo sacerdote se llamaba Caifás. Llevaron a Jesús donde Anas primero, y después lo ataron y lo enviaron al otro sumo sacerdote llamado Caifás.
Mientras tanto, Simón Pedro (uno de los doce seguidores del Señor Jesús), estaba siguiendo a Jesús de lejos.
Ahora, cuando todos los enemigos del Señor Jesús se juntaron (los fariseos, los principales sacerdotes, ancianos y todos los miembros del consejo del tiemplo), hicieron que las personas mintieran sobre el Señor Jesús. Luego de que estos falsos testigos mintieran sobre cosas que el Señor Jesús había dicho, Caifás (uno de los dos sumos sacerdotes), se levantó y le dijo a Jesús: “¿No tienes nada que decir? ¿No oyes lo que están diciendo contra ti?”
La Biblia establece que el Señor Jesús permaneció callado.
Caifás le dijo a Jesús: “Dinos, ¿eres el Cristo, el Hijo de Dios?” El Señor Jesús respondió: “Tú dices que Yo soy.” (Yo soy es el nombre de Dios.)
Entonces Caifás, el sumo sacerdote dijo: “Es culpable de muerte porque se ha hecho equivalente a Dios.”
La Biblia nos dijo que escupieron en la cara de Jesús, y lo golpearon con sus manos. Le dijeron al Señor Jesús: “Ahora dinos, ¿Quién te ha golpeado si eres Dios?”
Chicos y chicas, ¿recuerdan que uno de los seguidores del Señor Jesús llamado Simón Pedro estaba siguiendo a Jesús de lejos? Tres personas en tres diferentes ocasiones, y tres lugares diferentes le dijeron a Simón Pedro: “Tú eres uno de los seguidores de Jesús.” Tres veces, Simón Pedro dijo: “No, no lo soy.” Tres veces mintió y dijo: “No lo conozco.” Simón Pedro negó al Señor Jesucristo tres veces. Después de la tercera vez, el gallo cantó. Simón Pedro recordó a Jesús diciéndole: “Antes de que cante el gallo, dirás que no me conoces tres veces.” Y pedro se fue, llorando.
Cuando la mañana llegó, todos los enemigos de Jesús dijeron: “Le daremos muerte.” Ellos ataron al Señor Jesús y lo llevaron al gobernador romano que gobernaba sobre la tierra de Israel. Su nombre era Poncio Pilato.
¿Recuerdan a Judas Iscariote? Fue el que traicionó al Señor Jesús por treinta piezas de plata. Cuando Judas Iscariote vio que el Señor Jesús estaba siendo condenado a muerte, intentó devolver las treinta piezas de plata, pero los fariseos, los principales sacerdotes, los escribas y los concejales le dijeron a Judas: “No aceptaremos tu dinero de regreso.” Judas Iscariote les arrojó el dinero al suelo, se fue, y se ahorcó.
Los sacerdotes principales tomaron las treinta piezas de plata del suelo y lo usaron para comprar tierras para sepultar a forasteros. Lo llamaron el campo de sangre.
Chicos y chicas, si Judas Iscariote de verdad hubiera conocido al Señor Jesucristo, él hubiera sabido que el Señor Jesús lo habría perdonado. ¡Qué triste! Judas Iscariote caminó y habló con el Señor Jesús por tres años. Judas vio a Jesús perdonar a mucha gente por sus pecados.
Ahora Jesús está ante el gobernador romano, Poncio Pilato, en un lugar llamado la sala de juicio. La Biblia nos dice que fue muy temprano en la mañana. Los sacerdotes principales se quedaron afuera.
Pilato fue a ellos y les dijo: “¿De qué acusan a este hombre?”
Ellos dijeron: “Es un criminal, y es por eso es que lo hemos traído a ti.”
Pilato respondió: “Llévenselo y júzguenlo ustedes mismos de acuerdo a sus leyes judías.” Ellos dijeron: “No está en nuestras leyes dar muerte a ningún hombre.”
Poncio Pilato era un gobernador romano. La manera romana de dar muerte a alguien era poner a esa persona en una dura cruz de madera a morir. La Biblia nos dice que el Señor Jesucristo murió la muerte de un criminal aunque no hizo nada malo.
Entonces Poncio Pilato entró a la sala de juicio y le dijo a Jesús: “¿Eres el rey de los judíos?”
Jesús dijo: “¿Son estas tus palabras, u otros te dicen esto sobre mi?
Pilato dijo:“¿Soyjudío acaso?Tu propia nación y los principales sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué hiciste?”
El Señor Jesucristo le dijo: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis siervos pelearían por mí. Mi reino no es de aquí.”
Pilato respondió: “¿Eres un rey?”
Jesús dijo: “Si, tú dices que soy un rey. Esta es la razón por la que nací. La razón por la que vine al mundo es para mostrarles la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”
Pilato dijo: “¿Cuál es la verdad?”
Chicos y chicas, Pilato no sabía ni podía ver que Jesucristo es el Rey de reyes y Señor de señores.
Pilato regresó hacia los principales sacerdotes y dijo: “No encuentro culpa alguna en él.”
Los principales sacerdotes dijeron: “No tenemos rey sino César.” César era el rey de roma. Cuando Pilato escuchó esto, tuvo miedo. Tenía miedo de perder su trabajo. El era el gobernador romano sobre Israel.
Así que les ofreció una opción. El dijo: “Sé que en su Pascua, tienen una costumbre de que debo de soltarles a uno de sus prisioneros. ¿Quieren que les suelte a ustedes a Jesús, rey de los judíos?”
Todos exclamaron: “No, no a este hombre, sino a Barrabás.” Ahora, Barrabás era un ladrón. Pilato entonces preguntó: “¿Qué he de hacer con este hombre llamado Jesús?” Ellos respondieron: “Crucifícalo. Crucifícalo.”
Cuando Pilato vio que no podía hacer nada más, tomó agua y se lavó las manos ante la multitud diciendo: “Soy inocente de la sangre de este justo; ¡allá vosotros!”
La multitud respondió: “Su sangre sea sobre nosotros y nuestros hijos.”
Pilato le liberó a Barrabás al pueblo. Pilato hizo azotar a Jesús, y después Pilato entregó a Jesús para ser crucificado.
Chicos y chicas, todos somos culpables de pecados. La Biblia nos dice en Romanos 3:23: “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios.”
Los soldados romanos tomaron a Jesús y le pusieron una corona de espinos en su cabeza, un manto púrpura en su cuerpo, y una vara en su mano. Se burlaron de El, arrodillándose y diciendo: “Salve, Rey de los judíos.” Entonces le escupieron y lo golpearon fuerte con sus manos. También golpearon su cabeza con la vara que estaba en su mano.
El Señor Jesucristo salió usando la corona de espinos en su cabeza y el manto púrpura para que todos lo vieran.
Pilato dijo: “He aquí el hombre.”
Los principales sacerdotes y oficiales exclamaron: “Crucifícalo, crucifícalo.”
Pilato dijo: “Vosotros crucificadle.”
Ellos respondieron: El tiene que morir porque El dijo que es el Hijo de Dios.”
Cuando Pilato escuchó eso, tuvo mucho temor. Le pregunto a Jesús: “¿De dónde eres?”
El Señor Jesucristo no le respondió a Pilato.
Pilato dijo: “¿No sabes que tengo la autoridad de matarte o dejarte ir?”
Jesús dijo: “No tienes autoridad sobre mi excepto la que Dios te está dando.”
Pero los principales sacerdotes y muchos de la multitud exclamaron aún más: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”
Pilato entonces los dejó llevarse al Señor Jesús para ser crucificado en la dura cruz de madera. Los soldados le quitaron la corona de espinos de la cabeza a Jesús y el manto púrpura de su cuerpo. Le pusieron su ropa de nuevo.
Mientras los soldados romanos llevaban a Cristo para ser crucificado, escogieron a un hombre llamado Simón que venía de un lugar llamado Cirene para cargar la cruz de Jesús. Ellos pusieron la cruz sobre Simón para que pudiera cargarla y llevarla por el Señor Jesucristo.
Llevaron a Jesús al lugar llamado Gólgota, que significa “el lugar de calavera.” Pusieron al Señor Jesús en la cruz y pusieron clavos en sus manos y pies. Lo levantaron en esa dura cruz de madera, y con un boom, bajaron la cruz dentro del suelo. Y ahí estuvo colgado para que todo el mundo viera. El Señor Jesucristo colgaba de esa cruz por ustedes y por mí. Oh, ¡el dolor que El sintió y pasó por nosotros!
Pilato escribió un letrero, y los soldados romanos pusieron este letrero sobre la cruz donde Jesús estaba colgado. Decía, “Jesús de Nazaret, Rey de los judíos.” Estaba escrito en hebreo, griego y latín. Esos eran las tres lenguas principales de ese tiempo.
Los principales sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato: “No digas ‘Rey de los judíos,’ sino di que él dice que es Rey de los judíos.”
Pilato les dijo: “Lo que he escrito, he escrito.”
Mientras el Señor Jesucristo moría en la cruz, los soldados romanos echaron suertes sobre su túnica. La túnica del Señor Jesús estaba hecha de arriba hasta abajo de una sola pieza de material.
Chicos y chicas, la Biblia nos dice en Salmos 22:18: “Y sobre mi ropa echaron suertes.”
Había dos ladrones muriendo también en la cruz por sus propios pecados.
El Señor Jesucristo no tenía pecado en El, pero murió por nuestros pecados en la cruz para que tengamos vida eterna y vayamos al cielo.
Un ladrón estaba en la cruz izquierda, y el otro ladrón estaba en la cruz derecha. El Señor Jesús estaba en la cruz de en medio entre ellos dos.
Uno de los ladrones le dijo a Jesús: “Si eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.”
Pero el otro ladrón dijo: “¿No temes a Dios? Nosotros merecemos morir. Nosotros somos ladrones. Nosotros hemos pecado. Pero este hombre no ha hecho nada malo.” Y entonces ese mismo ladrón le dijo a Jesús: “Señor, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.” Jesús respondió: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.”
¿Pueden ver, chicos y chicas, cuanto el Señor Jesús nos ama? Aun cuando estaba muriendo en la cruz, El estaba dispuesto a salvar personas de sus pecados. Si, incluso cuando el Señor Jesús estaba muriendo en la cruz.
Ahí, abajo de esa dura cruz de madera estaba la madre de Jesús, María. Juan, otro seguidor del Señor Jesucristo, estaba también allí junto a María. Cuando Jesús vio a Su Madre y a Juan parados junto a la cruz, el Señor Jesús le dijo a María: “Mujer, he ahí tu hijo.” Jesús entonces le dijo a Juan: “Juan, he ahí tu madre.” Desde aquella hora, Juan recibió a la madre de Jesús para vivir en su casa. Juan obedeció al Señor Jesús.
Ahora desde la hora sexta hasta la hora novena, había oscuridad sobre la tierra. La Biblia nos dice que por la hora novena, Jesús clamó a gran voz diciendo: “Eli, Eli ¿lema sabactani? Esto es: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Entonces Jesús clamó otra vez a gran voz y entregó el espíritu. Jesús murió.
Algunos milagros comenzaron a ocurrir después que el Señor Jesús murió. El velo del templo se rasgó en dos de arriba a abajo. Ese velo estaba ahí para separar al pueblo del sumo sacerdote y el lugar santísimo, donde sólo el sumo sacerdote podía entrar. Pero después de que el Señor Jesucristo murió, el velo se rasgó en dos de arriba a abajo. El velo ya no era necesario porque el Señor Jesús se ha convertido ahora en tu sumo sacerdote, y tú puedes ir directo a El para que tus pecados te sean perdonados. El te ama tanto.
Uno de los comandantes de los soldados romanos llamado un centurión estaba ahí bajo la cruz donde Jesús murió. El estaba observando a Jesús. Cuando Jesús murió, hubo un gran terremoto. Cuando el centurión romano sintió este gran terremoto, tuvo mucho temor y dijo: “En verdad, éste era el Hijo de Dios.”
Muchas mujeres y otras personas estaban ahí cuando Jesús murió. Todos ellos estaban muy tristes. Todos se fueron llorando después de verlo morir.
Había un hombre rico llamado José que vivía en la ciudad llamada Arimatea. Era un seguidor del Señor Jesucristo. El fue donde Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús para que pudiera sepultarlo. Pilato mandó a que el cuerpo de Jesús fuera entregado a José. José de Arimatea y Nicodemo, dos hombres que amaban y seguían a Jesús, envolvieron el cuerpo de Jesús en un lienzo limpio de lino con especias aromáticas y pusieron el cuerpo del Señor Jesús en el sepulcro nuevo de José que estaba excavado de la roca. El entonces rodó una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y ambos se fueron. El sepulcro estaba en un jardín.
Dos mujeres, una llamada María Magdalena y otra llamada María se quedaron por un rato cerca del sepulcro donde Jesús estaba y después se fueron también.
Los principales sacerdotes y los líderes religiosos fueron a ver a Poncio Pilato. Chicos y chicas, ¿los recuerdan a todos ellos? Le dijeron a Pilato que Jesús les había dicho que después de tres días, El resucitaría de los muertos.
Ellos le dijeron a Pilato: “Manda a los soldados romanos a vigilar el sepulcro para que los seguidores de Jesús no roben su cuerpo en la noche y después digan a todos que El resucitó de los muertos. Si esto pasa, será peor que cuando estaba vivo.”
Pilato estuvo de acuerdo y puso soldados romanos junto al sepulcro para asegurarse de que Jesús se quedara en la tierra.
El Señor Jesucristo es Dios, y nadie puede detener a Dios!
Temprano al primer día de la semana, ¡hubo un gran terremoto! El ángel del Señor descendió del cielo, removió la piedra de la entrada del sepulcro, y se sentó en la piedra. Su rostro brillaba, y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Cuando los soldados romanos vieron al ángel, empezaron a temblar. No podían dejar de temblar. Estaban llenos de miedo. La Biblia nos dice que se quedaron como muertos.
Había dos mujeres ahí, una era María Magdalena y la otra mujer se llamaba María.
El ángel le habló a estas dos mujeres, diciendo: “No teman. Yo sé que están buscando a Jesús que fue crucificado. El no está aquí, pues ha resucitado de los muertos tal como Él lo dijo. Vengan y vean el lugar donde estaba el Señor. Ahora vayan rápido a decirle a sus discípulos que ha resucitado de la muerte tal como lo dijo.”
Las dos mujeres se fueron rápido con mucho gozo a decirle a los otros seguidores que Jesús había resucitado de los muertos. ¡Él está vivo!
El Señor Jesucristo mismo les salió al encuentro a las dos mujeres de camino a Galilea y les dijo, ¡Salve! Las dos mujeres vinieron al Señor Jesús y cayendo abrazaron sus pies y le adoraron. Entonces el Señor Jesús les dijo a estas dos fieles mujeres, “No temáis. Id, avisad a mis discípulos en Galilea que ellos todos me verán.”
Chicos y chicas, ¿pueden empezar a imaginarse los sentimientos de gozo que sintieron estas dos mujeres después de ver al Señor Jesucristo vivo?
Antes de que el Señor Jesús se les manifestara a sus discípulos, la Biblia nos dice que Jesús primero fue a ver primero a Simón Pedro. ¿Recuerdan que fue Simón Pedro quien negó al Señor Jesús tres veces? La Biblia nos dice en Lucas 24:34: “Es verdad que el Señor ha resucitado y se le ha aparecido a Simón.” El Señor Jesús perdonó a Pedro por negarlo tres veces. El Señor Jesucristo amaba a Pedro, y Pedro amaba al Señor.
Dios usó a Pedro de maneras poderosas para sanar enfermos y enseñar personas acerca del Señor Jesucristo. Muchas personas le pidieron al Señor Jesús que viniera a sus corazones y a sus vidas.
Entonces los once discípulos fueron a Galilea y subieron a un monte para encontrarse con el Señor Jesús. ¡Ahí vieron al Señor Jesucristo! ¡El está vivo! ¡Está vivo! Se postraron y lo adoraron.
El Señor Jesucristo les dijo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”
Más de quinientas personas, a la vez, vieron al Señor Jesús antes que se fuera al cielo. Hoy, el Señor Jesucristo está sentado en la diestra de Su Padre celestial. El dijo que regresaría pronto por aquellos que le aman y lo han aceptado en su corazón. Oh, recíbanlo hoy en su corazón.
Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y fue sepultado y resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.
1 Corintios 15:3-4 (VRVA)
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