La historia bíblica de Daniel en la fosa de los leones sucedió en un tiempo en que el pueblo judío fue llevado cautivo fuera de Jerusalén (que está en Israel), a la tierra de Babilonia. Ellos pasaron muchos años en Babilonia y tuvieron muchos reyes. Ahora estaban bajó el servicio al rey de Babilonia llamado Darío.
Mientras tanto, había un hombre judío llamado Daniel que permaneció fiel al Dios de Israel durante todos los años que él y su pueblo fueron prisioneros en Babilonia. Daniel era un hombre honorable, justo y santo.
Al rey Darío le agradaba Daniel tanto que hizo a Daniel el primer funcionario sobre todo el reino. (Había ciento veinte príncipes y tres funcionarios.) Daniel era el primer funcionario. Todos los demás funcionarios y príncipes debían reportar a Daniel.
Esto hizo a los otros funcionarios y príncipes muy, muy celosos. Estaban tan celosos que empezaron a idear una forma de deshacerse de Daniel, pero no se les ocurría nada ni encontraban motivo de acusación en Daniel. Daniel permaneció fiel a Dios y era un hombre muy santo. El vivía su vida para Dios; por lo tanto, no encontraban ninguna cosa mala en Daniel.
Los funcionarios y príncipes se reunieron un día y dijeron: “Ya que no podemos encontrar nada malo en contra de Daniel, debemos encontrar algo malo en su manera de servir a su Dios.”
Cuando terminaron su reunión, fueron a ver al rey y le dijeron: “¡Rey Darío, vive para siempre! Todos los funcionarios del reino, gobernadores, príncipes, consejeros, y los capitanes, han acordado que el rey promulgue un edicto y ponga en vigor el mandato de que cualquiera que en el término de treinta días haga petición a cualquier dios u hombre fuera de ti, oh rey, sea echado en el foso de los leones. El único aquí que puede pedir a su dios u hombre eres tú, rey Darío. Ahora pues, oh rey, Os ruego, firmad el documento y hacedlo ley conforme a los Medos y Persas”
Esto hizo al rey sentirse tan bien que firmó el documento de inmediato, y se hizo ley. El rey pensó que los funcionarios y los príncipes trataban de hacerlo sentir importante, pero lo que los fúncionarios y príncipes en realidad querían era ver a Daniel ser tirado en el foso de los leones y morir.
Vemos aquí tres pecados: orgullo, envidia y mentira. Estos tres pecados pueden destruir tu vida. Daniel era una persona completamente diferente a esos funcionarios y príncipes. El tenía humildad, amor y verdad en su vida. Tenía estas tres hermosas cualidades porque él tenía a Dios. Los otros no tenían a Dios. Ellos no querían a Dios.
Santiago 4:7-8 nos dice: “Someteos a Dios. Resistid, pues, al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y El se acercará a vosotros.”
Después de que el rey firmó la nueva ley, los funcionarios y príncipes estaban tan felices y emocionados. Pensaron que ahora sí podrían atrapar a Daniel.
Cuando Daniel vio que el documento era ahora una ley, él fue a su casa. Sus ventanas estaban abiertas hacia Jerusalén. Se arrodilló tres veces al día y oró y le dio gracias a Dios como siempre lo hacía. La ley no cambió su forma de orar tres veces al día a Dios. El permaneció fiel a Dios. Los funcionarios y príncipes vieron a Daniel orando a Dios. Fueron a ver al rey y dijeron: “¿No firmaste una ley que nadie iba a pedir a su dios u hombre por los próximos treinta días excepto tú, oh rey? Si hacían esto, ¿serían echados al foso de los leones? ¿No firmaste esa ley?”
El rey dijo: “Sí, firmé esa ley. No ha cambiado.”
Entonces dijeron: “Daniel, que es del pueblo judío tomado prisionero, no le importa tu ley, oh rey, pues todos los días, tres veces al día, le ora a su Dios.”
Cuando el rey escuchó estas palabras, estaba muy, muy molesto con sí mismo, pues amaba a Daniel. Trató todo el día hasta que se puso el sol de pensar en una manera de librar a Daniel de ir al foso de los leones. Pero los funcionarios y príncipes dijeron: “Según la ley de los Medos y los Persas, una vez que el rey firmó una ley, no puede revocarla.”
El rey mandó a llamar a Daniel. Tomaron a Daniel, y lo echaron al foso de los leones. (Imagínense, ser echado a un foso de leones, ¡leones hambrientos!) El rey le dijo a Daniel. “El Dios al que sirves, El te librará.”
Tomaron una gran piedra y la pusieron sobre la entrada del foso para que Daniel no tuviera forma de salir. Estaba atrapado ahí. El rey selló la piedra con su sello, y los nobles (que servían al rey), también sellaron la piedra con sus sellos. Esto significaba que nadie podía ir contra las órdenes del rey y tratar de rescatar a Daniel del foso de los leones.
El rey fue a su palacio. No comió en toda la noche. No quería escuchar música. No podía dormir. Parecía que la mañana nunca llegaría. La mañana llegó, y el rey se levantó muy temprano y corrió al foso de los leones. ¿Por qué creen que corrió?
Cuando llegó al foso de los leones, le gritó a Daniel con una voz triste y lloroza voz, “Daniel, oh Daniel, siervo del Dios vivo. Tu Dios, al que sirves, ¿te libró de los leones?”
Daniel respondió: “Oh rey, vive para siempre. Mi Dios envió su ángel y cerró la boca de los leones. No me han hecho daño. Mi Dios me halló inocente, y ante ti, oh rey, no he cometido crimen.
¡El rey estaba tan feliz! Mandó a que sacaran a Daniel del foso de los leones. Cuando Daniel salió, todos vieron que el no estaba herido ni dañado, porque creyó en Dios.
El rey dictó una nueva ley que estipulaba: “Que la paz sea multiplicada a todos los pueblos, naciones y lenguas en toda la tierra. Yo decreto una ley que en toda área de mi reino, todos los hombres temerán y temblarán ante el Dios vivo de Daniel; porque El es el Dios vivo y El permanece fiel para siempre, y Su reino no será destruido y Su poder durará para siempre. Él Dios vivo que libró a Daniel, libra y rescata, hace señales y maravillas en el cielo y en la tierra.”
Dios bendijo a Daniel en todo lo que hizo. Dios te bendecirá también cuando le entregues tu corazón y tu vida a Él. Cuando vivas tu vida para Dios, Él te ayudará en los momentos difíciles. El entonces te bendecirá porque permaneciste fiel a El.
Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.
Hebreos 13:8 (ESV)
Siervos Poderosos del Dios Vivo
Copyright © 2016 Lois M. Bitler. All rights reserved.