Dos mil años después del diluvio, nació Abram en la ciudad de Ur. Abram vivía con su mujer, Saraí, sus dos hermanos y su padre, Taré. Ellos no adoraban ni creían en Dios. Más bien, adoraban a ídolos hechos de piedra y barro.
Dios habló a Abram y le dijo que dejara la ciudad de Ur cerca del golfo persa. Abram obedeció a Dios aunque no sabía quién era Dios. Abram y toda su familia empacaron todo lo que tenían, y Abram los guio fuera de la ciudad. Fue difícil para ellos dejar sus amistades, sabiendo que tal vez no los volverían a ver.
Pero Dios dijo a Abram que haría de él una gran nación y que lo bendeciría y engrandecería su nombre. Dios los trasladó de una ciudad concurrida llamada Ur a un lugar tranquilo llamado Harán. Pero otra vez, Dios quería que Abram, su mujer Saraí, su sobrino Lot, y el resto de su familia y todos sus sirvientes siguieran adelante. Así que siguieron, confiando en Dios. Pasaron el desierto hacia una tierra llamada Canaán. Había muchos en esta tierra, pero Dios le dijo a Abram que le daría toda esta tierra a él y a su descendencia.
Era una tierra hermosa, con árboles y montañas y valles y verdes pastos. Fue aquí donde Abram edificó su primer altar a Dios, y por vez primera, Abram adoró a Dios y creyó en El.
Dios llevó a Abram y a su familia a los montes al oriente de Betel, y día con día, su fe en Dios se fortalecía. Edificó un altar aquí también y adoró y se postró ante Dios. Fue aquí en Betel donde Abram invocó el nombre de Dios.
El Señor Dios encontró un amigo en la tierra, y amaba mucho a su nuevo amigo. Mientras él y su mujer y Lot avanzaron, hubo una gran escasez en la tierra, y los hizo ir a Egipto.
Ahora bien, Saraí era muy hermosa, y Abram lo sabía, así que cuando llegaron a Egipto, Abram hizo a Saraí decir a los egipcios que ella era su hermana. Esto era una mentira, pero Abram pensó que si ella decía esto, entonces no vendría ningún daño hacia él.
Un día, Faraón, rey de Egipto, vio a Saraí y la llamó a su palacio. El pensó que ella era muy hermosa y quería tomarla para él. Después de todo, ella dijo que era hermana de Abram.
De repente, todos en el palacio se enfermaron. Faraón al fin se enteró de la verdad y llamó a Abram. Cuando Abram estaba ante Faraón, Faraón dijo: “Ella es tu esposa. ¿Por qué me mentiste? Tómala y vete.” Pero Faraón les había dado hermosos presentes, incluyendo una sierva egipcia llamada Agar para Saraí. Pero Dios amaba a Abram. Cuando acabó la escasez, Abram y su familia regresaron a Canaán. Cuando él estaba en Canaán, Abram edificó un altar y le pidió perdón a Dios por lo que hizo en Egipto. Dios perdonó a Abram.
Requirió mucha fe para Abram obedecer a Dios y dejar su tierra natal, su familia y amigos y empezar a andar por la tierra. Su fe se fortalecía cada día al asentarse en Canaán.
Ahora bien, Lot estaba con ellos desde el principio del viaje. Para entonces, estaban muy apretados con las ovejas, cabras, ganado y familia de Abram, y las ovejas, cabras, ganado y familia de Lot. Los siervos de Abram y los siervos de Lot tuvieron contienda porque simplemente no había espacio para ambos.
Un día, Saraí dijo a Abram: “Hay demasiada contienda entre nuestra familia y la familia de Lot. Abram, ¡debes hacer algo!”
Abram y Lot fueron a ver toda la tierra que los rodeaba (y ciertamente había mucha tierra), y Lot decidió irse al valle de Jordán. Era un hermoso terreno con pastos verdes, ríos de agua, árboles y más árboles. Abram se quedó dónde estaba.
Cuando Abram tenía noventa y nueve años de edad, el Señor Dios habló a él otra vez. ¡Lo que escuchó ciertamente lo sorprendió! Dios prometió una vez más hacer una gran nación de sus hijos y toda su descendencia.
Dios también cambió su nombre de Abram a Abraham. Se dice que Abraham significa “padre de multitudes.” Dios dijo a Abraham: “En cuanto a Saraí, tu mujer, no la llames Saraí, pues su nombre será Sara. La bendeciré y les daré a ti y a Sara un hijo. Llamarán su nombre Isaac.”
Era difícil para ellos creer que a su edad, tendrían un hijo, pero Dios nunca miente. Exactamente un año después, como Dios prometió, le nació a Sara un hijo varón, y Abraham nombró al niño Isaac.
Hubo una gran celebración ese día en la casa de Abraham. Tuvieron un gran banquete para todos. Al pasar los años, Isaac trajo gozo y alegría a las vidas de sus padres. Una noche, Dios habló a Abraham fuera de su tienda. Al día siguiente Abraham le dijo a Sara sobre su plática con Dios la noche anterior y que él y su hijo debían emprender un viaje.
Temprano por la mañana siguiente, Abraham e Isaac comenzaron el viaje. Dos de sus siervos fueron con ellos para ayudar. Sara se aseguró de que hubiera suficiente comida para todos ellos. Les llevó tres días y dos noches llegar a su destino.
Al tercer día, Abraham miró hacia uno de los montes y dijo a sus dos siervos: “Quédense aquí con los asnos. Yo y el muchacho iremos hasta allá, adoraremos y volveremos a vosotros”
Abraham e Isaac comenzaron la dura y larga caminata a la cima del monte. Llevaron leña con ellos para edificar un altar al llegar a la cima.
Finalmente, llegaron a la cima del monte. Ahí Abraham comenzó a buscar piedras para edificar un altar. Isaac dijo: “Padre, tenemos el fuego, la leña y el cuchillo, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?” Abraham dijo a su hijo: “Dios proveerá para sí el cordero para el holocausto”
Siguieron edificando el altar, y luego de terminarlo, Abraham puso la leña en el altar justamente. Tomó después a Isaac de la mano y lo llevó al altar. Isaac no dijo nada. El obedeció a su padre.
Abraham tomó a su único hijo y lo puso en el altar sobre la leña. Fue muy difícil para Abraham hacer lo siguiente que debía hacer, pero él sabía que tenía que obedecer a Dios. Tomó el cuchillo en su mano, lo elevó en el aire, listo para hacer la profunda estocada de muerte rápido y seguro.
De repente, una voz del cielo hizo estruendo y dijo: “¡Abraham, Abraham! No extiendas tu mano sobre el muchacho. ¡No le hagas nada! Porque ahora sé que me temes y respetas y siempre me obedecerás porque no me rehusaste a tu único hijo amado.”
Inmediatamente, hubo un sonido entre los arbustos. Abraham volteó y vio un carnero atascado en los arbustos. ¡Dios había proveído el sacrificio! Por un momento, Abraham no pudo moverse, y luego cayó al suelo, abrazó a su hijo, besándolo y alabando a Dios.
Después que Abraham e Isaac habían sacrificado al carnero en el altar, el Señor Dios habló a Abraham. Esta vez, le dijo: “Por cuanto no me has rehusado a tu hijo, tu único, te bendeciré grandemente.
“Voy a multiplicar de gran manera tu descendencia para que sean como las estrellas del cielo y la arena a la orilla del mar. Serán demasiados para contarlos. Y a través de ellos, serán bendecidos todos los pueblos en la tierra.”
Dios cumplió su promesa a Abraham, y cuando Isaac era mayor, se casó con Rebeca, y tuvieron dos hijos. Uno se llamaba Esaú, y el otro se llamaba Jacob.
Fue a través de Jacob que Dios hizo crecer a las familias como prometió a Abraham. Actualmente, esta gran cantidad de gente se llaman hebreos.
Dichosos los que escuchan la palabra de Dios, y la guardan.
Lucas 11:28 (VRV)
Siervos Poderosos del Dios Vivo
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