Había un hombre que vivía en la tierra llamada Uz. Su nombre era Job. Él obedecía, amaba y respetaba a Dios. Se apartaba del mal. Job era un hombre muy, muy rico. Dios verdaderamente había prosperado a Job. Él estaba casado y tenía siete hijos y tres hijas. También poseía siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes y quinientas asnas. Tenía muchos sirvientes y una casa grandísima. La Biblia nos dice que era más grande de todos los hombres que vivía en el Oriente.
Un día, sus hijos tuvieron una gran fiesta en cada una de sus casas, e invitaron a sus hermanas para “venir a comer y beber con nosotros.” Cuando terminó la fiesta, Job envió a buscar a todos sus hijos. Estaban de pie delante de su padre, Job, y él ofrecía sacrificios a Dios por ellos. Él se levantaba temprano en la mañana y le ofrecía un holocausto al Señor Dios. Ofrecía uno por cada hijo. Job hacía esto porque decía: “Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones.” La Palabra de Dios nos dice que él hizo esto muchas veces, según tantas veces como sus tenían fiestas.
Un holocausto es cuando se construía un altar, que estaba usualmente hecho de piedra. Se colocaba madera en la cima del altar. El animal se convertiría en el sacrificio, y era ofrecido a Dios como el “holocausto” por el perdón de los pecados de uno.
Job ciertamente amaba y obedecía al Señor Dios. Job sabía quién le había dado bendiciones en la tierra, y no temía que todos supieran cuanto él amaba a Dios.
Aun hoy en día, Dios ha hecho tanto por nosotros. Dios envió a Su único hijo para ser nuestro “holocausto” por el pecado. El murió en esa dura cruz de madera. El llevó nuestros pecados.
¿Nos acordamos de agradecerle por todo lo que ha hecho por nosotros? Job nunca se olvidaba de agradecerle a Dios.
¿Saben, chicos y chicas, quien es Satanás? También es llamado el diablo. Es muy malvado. Aborrece muchísimo a Dios, y el aborrece a todo el que ha puesto su confianza en Dios. ¿Crees que Satanás odiaba a Job? ¡Ciertamente que sí!
Un día, la Biblia nos dice que Satanás se presentó delante de Dios. Dios le preguntó a Satanás: “¿De dónde vienes?” Satanás respondió: “De recorrer la tierra y de andar por ella.”
El Señor dijo: “¿Te has fijado en mi siervo Job? El me teme y me ama. No hay ninguno como él sobre la tierra”
Satanás respondió: “¿Sabes por qué te ama? Lo has protegido de todo peligro. Le has dado todo. Pero si extiendes tu mano de él y le quitas todo lo que tiene, él te maldecirá.”
Dios respondió: “Todo lo que tiene está en tu poder, pero no lo toques. No toques a mi siervo Job.” Con esto, Satanás salió de la presencia del Señor.
Ciertamente, Dios guarda todas las cosas en Su mano. Dios ciertamente tiene poder sobre todo. Cierto día, cuando todos los hijos de Job estaban teniendo una gran fiesta en la casa del hermano mayor, un mensajero vino a Job y le dijo: “Los bueyes estaban arando la tierra y las asnas estaban comiendo junto a ellos, cuando de repente, de la nada, los Sabeos vinieron y los tomaron se los llevaron todos. También mataron a los sirvientes; sólo yo escapé para decirte esta terrible noticia.”
Antes de que el sirviente terminara, vino otro sirviente corriendo a Job y dijo: “Fuego de Dios cayó del cielo y quemó todas las ovejas y a los sirvientes y los consumió; sólo yo escapé para decirte la noticia.”
Otra vez, antes de que el sirviente pudiera terminar, vino otro sirviente a Job corriendo tan rápido como pudo y dijo: Otras personas, Los Caldeos, vinieron y tomaron todos tus camellos y se los llevaron, y mataron a los sirvientes. Yo fui el único que pude escapar, Maestro.”
Antes que él pudiera sacar su última oración, otro sirviente de Job vino a él y dijo: “Vino un gran viento del desierto. Destruyo todas las casas donde tus hijos y tus hijas estaban teniendo su fiesta. Las cuatro esquinas de la casa cayeron sobre tus hijos, y ahora todos ellos están muertos. Yo soy el único que quede vivo, y corrí tan rápido como pude para traerte esta horrible, horrible noticia.”
Entonces Job, siervo de Dios, se levantó y rasgó sus vestidos (una señal de tristeza profunda). Se postró en tierra y adoró a Dios. Diciendo: “Nací desnudo. No tenía nada cuando vine a este mundo, y cuando muera, no puedo llevarme nada conmigo. El Señor dio y el Señor quitó, bendito es el nombre del Señor.” En ningún momento maldijo Job ni atribuyó despropósito a Dios. ¿Habríamos hecho lo mismo nosotros? Yo me pregunto.
Aconteció en otro día, que Satanás se presentó ante Dios, y el Señor Dios dijo a Satanás: “¿De dónde vienes?”
Satanás respondió: “De recorrer la tierra y de andar por ella.”
El Señor dijo a Satanás: “¿Te has fijado en mi siervo Job? No hay otro como él sobre la tierra, temeroso de Dios y apartado del mal. Aunque te dejé destruir a sus hijos, casa y animales.” El permaneció fiel a mí.
Satanás respondió: “Si dañas su cuerpo, entonces te maldeciría. Un hombre haría todo por salvar su vida.”
El Señor Dios respondió: “Te lo entrego, pero su vida no tocarás.” Con esto, Satanás salió de donde estaba Dios.
Inmediatamente, Satanás hirió a Job con llagas malignas desde la planta del pie hasta la cabeza. Pobre Job, en tanto dolor y agonía, se sentó entre las cenizas y tomó un tiesto para rascarse. La mujer de Job, viéndolo sufrir, le dijo: “¿Por qué no maldices a Dios y te mueres?”
El contestó: “Ahora hablas como una mujer necia. ¿Qué? ¿Acaso aceptaremos solo las cosas buenas de Dios toda nuestra vida y nunca recibir las malas?”
En medio de su sufrimiento, tristeza y soledad, Job nunca maldijo a Dios, ni en sus pensamientos ni con sus labios.
Job tenía tres amigos quienes, al oír de su sufrimiento vinieron a visitarlo. Sus nombres eran Elifaz, Bildad y Zofar. Ellos querían ver a Job para compartir su tristeza y tratar de hacerlo sentir mejor.
Cuando llegaron cerca de la casa de Job, lo miraron y no lo reconocieron. Al ver que el hombre era Job, levantaron sus voces y lloraron. Rasgaron sus vestidos (una señal de tristeza profunda) y esparcieron polvo sobre sus cabezas. Se sentaron con Job por siete días y siete noches. Ninguno dijo una palabra. No pudieron decir ni una palabra porque vieron que Job estaba en tremendo sufrimiento y tristeza.
Al pasar los siete días, Job habló. Cuando terminó de hablar, los tres hombres se turnaron para hablar con Job. Trataron de decirle a Job que seguramente él hizo algo malo para que esto le pasara. Siguieron por varios días diciéndole a Job: “Tienes que confesar tu pecado a Dios. Dios te está castigando por el mal que has hecho.”
Job, solo, se sentó ahí en su dolor, escuchando y respondiendo a sus tres amigos. El sabía que no había hecho nada malo.
Después de un largo, largo tiempo, un cuarto hombre, muy joven, vino a ver a Job. Quería ofrecerle consuelo. Su nombre era Eliú. Eliú estaba muy enfadado con los tres hombres porque ellos no tenían respuesta para Job, sino que se sentaron allí tratando de averiguar cosas que estuvieran mal en Job.
Cuando todos terminaron de hablar, Eliú habló. Con respeto, el esperó su turno. Habló palabras más suaves a Job que los otros tres hombres. Los tres hombres le hablaron muy duro a Job.
Aun así, seguramente Job se sentía muy solo en su aflicción. Su mujer lo defraudó, y sus amigos lo defraudaron. Chicos y chicas, la Biblia nos dice en Salmos 118:8, “Es mejor confiar en el Señor que poner tu confianza en el hombre.”
Después de que el joven hombre, Eliú, terminó de hablar, ¿sabes quien habló después? ¡Fue Dios mismo! El no necesita a un hombre que hable por El. El Señor Dios le habló directamente a Job, y le dijo a Job todo acerca de Su grandeza, Su poder y Su gloria. Aquí está un pequeño ejemplo de lo que Dios le dijo a Job:”¿Quién es el que está hablando palabras sin saber lo que está hablando? Cíñete ahora como varón tus lomos, porque yo te preguntaré y tú me responderás. ¿Dónde estabas tú cuando fundaba la tierra? ¿Quién ha medido la tierra? ¿Quién estableció las puertas del mar para que no se desbordase? ¿Sabes cuándo las cabras salvajes, que viven en las montañas, dan a luz a sus pequeños? El que corrige a Dios, que me responda”.
Job respondió: “Señor, soy un hombre de labios impuros. Pondré mi mano sobre mi boca. Ya hable de más una vez. No te contestaré más.”
A pesar de no haber hecho ningún mal, Job se veía a sí mismo como un hombre lleno de pecado al lado de Dios, quien es santo y verdadero.
El Señor Dios siguió hablando con Job. Quería hacerle saber que todo está bajo el poder de Dios.
Al final de la conversación de Dios, Job respondió: “Perdóname, Señor por no confiar en ti. Me arrepiento de mis pecados en el polvo y cenizas donde me siento.” Entonces el Señor Dios le dijo al amigo de Job, Elifaz: “Mi ira se ha encendido contra ti y contra tus dos amigos, porque no habéis hablado de mí lo que es recto, como mi siervo Job lo ha hecho. Ahora pues, tomad siete novillos y siete carneros machos, e id a mi siervo Job y ofreced holocausto por vuestros pecados. Mi siervo Job orará por vosotros. Porque ciertamente Yo escucharé su oración, Si no lo hacen, Yo trataré con vosotros conforme a vuestro pecado, porque no habéis hablado de mí lo que es recto, como mi siervo Job lo ha hecho.”
Inmediatamente, los tres amigos de Job, Elifaz, Bildad y Zofar hicieron como que el Señor les dijo. El Señor también acepto a Job.
Cuando Job oró por sus tres amigos, el Señor Dios quitó el dolor y sufrimiento de Job. Entonces el Señor le dio a Job el doble de lo que tenía antes.
Todos los familiares y amigos de Job vinieron a su casa y comieron con él. Cada uno dio a Job una moneda de plata y un anillo de oro. El Señor prosperó a Job más al final que al inicio. Ahora poseía catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas. Tuvo siete hijos y tres hijas. Las tres hijas eran las más hermosas en toda la tierra.
Después de toda esta tristeza, Job vivió ciento cuarenta años, y vio a sus hijos crecer, a sus nietos crecer, y a sus bis-nietos crecer y vio hasta su cuarta generación crecer. El murió como un hombre muy feliz en el Señor.
Escoged hoy a quién habéis de servir, pero yo y mi casa, serviremos al Señor.
Josué 24:15 (VRVA)
Probad y ved que el Señor es bueno. ¡Cuán bienaventurado es el hombre que en Él confía!
Salmos 34:8 (VBV)
Siervos Poderosos del Dios Vivo
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